jueves, 7 de noviembre de 2013

Monumentos para la eternidad: Arquitectura funeraria en la Córdoba romana

Aunque a día de hoy consideremos el mundo de la muerte y sus grandes manifestaciones como algo alejado y ajeno a nosotros, la realidad es muy diferente. De hecho, alguno de los grandes monumentos de la Humanidad como las pirámides de Guiza o el Taj Mahal son enormes tumbas que han pervivido hasta nuestros días. Estos edificios mortuorios cumplían –y cumplen- dos finalidades básicas: mantener viva la memoria de los que los construyeron y lanzar un mensaje claro de representación socioeconómica. 


Así dio comienzo la charla de la Dra. Ana Ruiz Osuna el pasado 7 de noviembre en la sala Vimcorsa bajo el título “Monumentos para la eternidad: Arquitectura funeraria en la Córdoba romana”. Ante un auditorio lleno, la ponente glosó el origen y evolución de los principales tipos arquitectónicos funerarios en época romana. De este modo, el proceso de monumentalizar las necrópolis comenzó en época republicana, cuando las grandes fortunas procedentes de las conquistas del Mediterráneo oriental, son invertidas en los edificios públicos de las ciudades y en las tumbas de los prohombres del momento, en una pugna de las élites por demostrar su poder a la sociedad del momento. Fueron tantos los excesos cometidos –enormes complejos fúnebres formados por edificios y jardines- que se llegó incluso a legislar para controlar la luxuria (el lujo) y la extravagancia en las construcciones. La grandiosidad de las tumbas no iba sólo en la planta de las mismas sino también en el tamaño y los tipos arquitectónicos. Grandes ejemplos de esto son la tumba de Cecilia Metella, la pirámide de Cesto o la del Panadero, todas en Roma. 


 Una vez establecido el marco general del mundo funerario romano, la Dra. Ruiz pasó a comentar el desarrollo de las necrópolis cordobesas entre los siglos II-I a.C. y IV d.C. Así, aunque para los periodos más antiguos apenas tenemos vestigios, la época tardorrepublicana ha sido bastante prolífica en cuanto a monumentos funerarios, caracterizándose éstos por una gran influencia itálica en sus formas y tipología. El periodo altoimperial es el momento en el que la ciudad se convirtió en receptor de las principales modas en cuanto a decoración y arquitectura funerarias venidas de talleres romanos y, a su vez, en difusor de esos modelos para el valle del Guadalquivir. Teniendo como principales ejes funerarios la vía Augusta (actual calle San Pablo) y la vía Corduba-Hispalis (que salía por Puerta de Gallegos), Córdoba contó con una monumentalidad funeraria casi comparable con la propia capital del Imperio, Roma. A partir de mediados del II e inicios del III d.C. se observa un nuevo cambio: la monumentalidad pasa del exterior de las tumbas al interior de las mismas, siendo el momento de expansión de los sarcófagos. Con la llegada y triunfo del Cristianismo, hay una transformación radical en la configuración del mundo funerario: los lugares relacionados con la muerte y enterramiento de los mártires pasarán a convertirse en el nuevo foco de atracción de los enterramientos. 

 La conferencia terminó con un gran aplauso y un interesante turno de preguntas. Sin lugar a dudas, el público asistente disfrutó y aprendió mucho con la charla de la Dra. Ana Ruiz.